lunes, 26 de octubre de 2020

CONVICCIONES ENDEBLES Y UN POQUITO DEL QUÉ Y NADA DEL CÓMO

Amparados en la excusa de que la culpa de todo es de la pandemia y la cuarentena los responsables de la conducción de la Argentina están llevando al país a una de las crisis más profundas de las que se tenga memoria, y vaya que acá las habido y muchas.

 

Ojo, hay que se justos.  Una crisis que ya era crisis cuando asumió el gobierno de Alberto Fernández porque recibió un país fuertemente deteriorado en lo económico y social, producto de una administración torpe, indolente y soberbia como la que encabezó Mauricio Macri.   Al asumir el nuevo Presidente el país necesitaba urgente un plan.

 

Sin embargo, el elegido de Cristina Kirchner para conducir el país no sólo no lo tenía, sino que hoy diez meses después tampoco lo tiene porque Alberto Fernández ha dicho que él no cree en los planes.  Parece una exageración.   

 

Tener un plan es lo básico, lo mínimo, lo necesario e indispensable para vivir cada día.  Ir al centro de la ciudad necesita de un plan; es decir, saber a qué hora, por dónde y lo más importante, cómo. Simple.

 

Imagínense entonces cómo debe ser conducir un país sin un plan. El Presidente apenas llega al Qué, que es “sacar adelante a la Argentina”, pero no sabe el Cómo. Parece una exageración, pero es, ni más ni menos que la verdad.

 

Entre los tantos problemas por los que viene atravesando hace mucho rato la Argentina está el económico, que es como el punto de partida para mejorar o empeorar todo.  Este país que se ha caracterizado por tener premios Nobel, tremendos artistas, sobresalientes científicos y destacados deportistas, no ha tenido, salvo muy contadas excepciones, buenos ministros de Economía. Los resultados de su historia contemporánea están a la vista.

 

Para peor, el Presidente de la Nación, que ha dado sobradas muestras de no tener liderazgo, mucho menos visión de estadista, puso al frente del Palacio de Hacienda a un muchacho que pasó casi la última década estudiando en Estados Unidos y que recién volvió al país para asumir como ministro.  Tiene 38 años y antes de irse al país del norte terminó en el 2007 una maestría en la Universidad de La Plata.  Es decir, cero calle, cero conocimiento del siempre vapuleado mundo/mundillo de la política, cero oficio para un cargo que lo que más necesita, además de conocimientos teóricos, es mucho oficio y muñeca política.  

 

Lo irónico del caso, es que Guzmán se doctoró en Economía con un trabajo llamado “Entendiendo las causas y efectos de las crisis financieras”.  Perdónenme la reflexión en voz alta. ¿Habrá hecho copiar y pegar?  Porque se ve que en su caso la academia y el mundo real no se llevan bien.  Ah, otro “mérito”, hizo un post doctorado con el Premio Nobel, Joseph Stiglitz.  Tampoco ha servido de mucho.

 

Pero volvamos al conductor y su adversión a los planes. Siempre lo comparo con lo mismo.  ¿Qué hubiese pasado si en el cuartel general de las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial alguien dice, “vamos a invadir Normandia”, “de acuerdo”, gritan todos, pero uno más inquieto pregunta, ¿y cómo?, y otro le responde, “bueno, ahí vemos, démosle para adelante y vamos viendo”.  Es lo que hace y dice Alberto Fernández.  

 

Argentina navega en medio de una fuerte tormenta que nadie sabe cuándo terminará y el capitán del barco ha puesto de primer oficial a un muchacho que era excelente alumno en la academia naval.  Esta ha sido la primera vez que se embarca.

 

Lo peor es que cuando todos los que van a bordo preguntan cómo y cuándo salen de la tormenta los dos, casi al unísono les dicen, “ya va a pasar”, pero no, el tormentón viene cada vez peor.  La tripulación ya no les cree, por eso todos duermen con el chaleco salvavidas puestos.

 

Volvamos a tierra firme.  Lo único que merece todo gobernado es creer y confiar en quien conduce los destinos del país.  Por ahí puede estar en mucho o poco de acuerdo, pero cuando hay un líder, se le cree y se le sigue.  Bueno, este no sería el caso.

 

Ojo, que nadie se extrañe.  Alberto Fernández debe llevar unos cuarenta años en la política. Nunca lideró nada.  Siempre fue segundo de alguien; siempre alguien lo favoreció con algún cargo y así se paseó durante años por un amplio espectro ideológico de la política vernácula.  

 

Es dfícil confiar y creerle a alguien que ha hecho de las Convicciones Endebles una de sus características más sobresalientes.  Gracias a la polìtica fue subalterno de Alfonsín, Duhalde, Menem, Cavallo, Néstor Kirchner y Cristina, a quien luego de abandonarla habló de ella peor que un novio despechado. Pero un día volvió a la Casa Rosada porque Cristina lo eligió para que sea su candidato a Presidente mientras ella sería la segunda al mando en el país.  Extraña designación que a él no le vino mal. Por lo menos se aseguró una buena jubilación.

 

Sin embargo es muy triste para un país tener a un Presidente sin convicciones, sin ideas claras y, lo que es peor, sin un plan, ¿o no cree usted?

(Y note el lector que ni siquiera tocamos el tema de la pandemia)

 

domingo, 4 de octubre de 2020

UN CUENTO DE HADAS O LA UTOPÍA DE LA POLÍTICA

 

Para hacerla corta de enfoquemonos sólo en América, desde Canadá hasta el Canal de Beagle.  No hay país donde los gobernantes no hayan resultado una decepción para sus electores y para los otros con mayor razón.

 

Es que cuando son candidatos en general hablan sin saber qué país recibirán, me refiero fundamentalmente al tema económico. También prometen lo que saben que no podrán cumplir y que si no lo hacen quedará cómodo echarle la culpa a la oposición. En general en las campañas hay humo, mucho humo y la gente no militante terminará votando al menos malo, porque los militantes puros y duros se inmolan por sus candidatos.

 

Los políticos de profesión (que forma elegante de llamar aquellos que han hecho de la actividad su forma de vida) en general no han cambiando mucho la forma de hacer campaña; siempre lo mismo con una retórica casí ridícula, pues zurdos y derechos te venden la promesa de “una sociedad más justa, más solidaria, con mayor justicia social” y bla, bla, bla…..  Los “nuevos políticos”, aquellos que reniegan y desprecian a la actividad te venden “una nueva forma de hacer política”, pero al poco tiempo cuando le agarran el gustito terminan mimetizados.  Es probable que por allí haya alguna excepción, tan mínima, que quizás ni siquiera llega a notarse.

 

Estamos en el año 20 del siglo 21 y muchas cosas del “arte de la política” no han cambiado.  Quizás sea hora que cambien, y que la gente común, hoy cada vez más empoderada por las redes, lo pida, lo exija, lo reclame a voz en cuello.   

 

Ocurre que en tantos años de vida republicana en nuestros países muy pocas cosas han cambiado como para revertir la pésima imagen que la gente tiene de la política; por eso no hay que seguir con más de lo mismo. Hay que recuperar la confianza y la credibilidad de las personas, porque mal nos pese, no hay otro sistema mejor de gobierno.

 

1.- Primero y principal.  Todo aquel que aspire a cargos Presidenciales y parlamentarios debiera presentar (por qué no?) y pagar de su peculio, un examen psico-técnico que evidencie que está apto para la tarea.  Esa aptitud se la exijen hoy a cualquier persona hasta para el trabajo más sencillo, por qué no a ellos?  Obviamente habrá que pedirle a expertos que diseñen el perfil para cada tarea.  Sería un requisito más, que tampoco tienen tantos.

 

2.- Resultaría indispensable que cada candidato presidencial diga con quién pretende ejecutar la tarea a la que aspira.  Es decir, que muestre al menos quiénes serán sus ministros, pues eso determina también si uno quiere o no darle la preferencia.   Hay demasiados casos en que si los electores se hubiesen enterado a tiempo, quizás algunos resultados hubiesen cambiado, o al menos los candidatos se hubiesen cuidado en la selección de colaboradores.*

 

3.- No más candidatos a dedo a puestos por las cúpulas.  Los candidatos tienen que ser locales y ser genuinos representantes de los lugares que aspiran a representar. No son pocos los casos en que los partidos ponen candidatos fuertes (mediáticos) en lugares donde son débiles y con eso entusiasman a la gente.  O al revés, candidatos débiles en lugares fuertes donde con el caudal cautivo de votos saldría elegido hasta el Pato Donald.    

 

Si los partidos funcionaran de verdad ninguna cúpula podría decidir candidaturas, y por el contrario debiera aceptar, o al menos negociar con las bases debidamente organizadas las representaciones territoriales, pero claro, who cares?

 

4.-  Hay que terminar con una de las mayores distorsiones de la representación popular: las listas sábanas.  El chorreo de votos que termina eligiendo a cualquier desconocido, o allegado, u oportunista ha demostrado que sólo sirve para nivelar hacia abajo. 

 

5.-  Ni hablar de las cuentas con la Justicia.  Es hasta ridículo decirlo, pero nadie que esté siquiera procesado debiera pretender aspirar a un cargo de representación popular.  Sí, leyó bien, ni siquiera procesado.

 

Si sólo se comenzara con estas pocas modificaciones, seguro que algo comenzaría a cambiar en la política que tanto decepciona.  Hoy amanecí con ganas de escribir sobre ficción.  Podría haber sido un cuento de hadas o sobre la Utopía de la Política.  Opté por esto último porque la esperanza es lo último que debemos perder, ¿o no cree usted?

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*: No vengan con la excusa de las negociaciones hasta último momento.  Negocien antes. El tema es demasiado delicado e importante para improvisaciones.

VIOLENCIA MACHISTA. AY QUÉ TEMA, ¿NO?

“L a acumulación de crímenes por violencia machista ha originado entre los lectores diversos debates sobre cómo deben contarse estos abomina...