El velorio de Diego Armando Maradona fue una muestra más del deterioro social y cultural de la Argentina. Esta vez el ídolo del fútbol mundial, el barrilete cósmico que, parafraseando al relator Víctor Hugo Morales, se fue sin decirnos de qué planeta vino para dejar en el camino a tanto inglés, nada tuvo que ver.
En esto del
deterioro social y cultural no creo que haya excepciones, aunque sí
intensidades distintas en una sociedad donde lo correcto importa poco y el
respeto parece ser una cosa de “boludos”.
Da mucha tristeza, porque vivimos aquí, porque vemos su deterioro constante,
y porque el granito de arena que podamos aportar no alcanza pues se lo lleva el
vendaval de la irreverencia sin límites.
¿Qué nos
sorprende? La respuesta debiera ser
nada, porque nos hemos acostumbrado a vivir viendo todos los días cosas que en
cualquier otro país del mundo serían reprochables; acá se han
naturalizado.
El
deterioro social, cultural y ético de esta sociedad chorrea de arriba hacia
abajo. Somos testigos diarios de malos
ejemplos de parte de quienes debieran dar buenos, los mejores ejemplos. ¿Qué otra cosa se puede
esperar?
Un lector
veloz asociará esto a un gobierno de turno. No se confundan. El deterioro tiene raíces y evoluciones mucho
más profundas y eso es un gran problema.
Que cada administración haya aportado su cuota no cabe ninguna duda,
pero el cuándo comenzó sin dudas es un tema para largo y desacalorado debate.
Cuando digo
que el deterioro chorrea de arriba hacia abajo tiene que ver con una cuestión
absolutamente normal, pues es regla de la vida.
Los buenos ejemplos los dan los que están arriba, sean padres, profesores, jefes, y especialmente gobernantes. Es la base del liderazgo pues
un líder no es aquel que tiene autoridad, sino aquel que crea seguidores
dispuestos; un líder es un modelo a seguir; es alguien que modela conductas,
comportamientos, formas de ser. Genera lo que llamo “relaciones espejo”. Ser como aquel que da buenos ejemplos obliga
inevitablemente a parecerse; es la suma de positivos.
Argentina
ha carecido y carece de buenos modelos; me refiero a personas con una capacidad,
“intachabilidad” -si se me permite el término- y una fuerza moral capaz de moldear
buenas conductas. Para que se entienda
esto, nos referimos en el ámbito de las autoridades, porque ellas además tienen
la herramienta legal para enderezar conductas torcidas.
Queda la
sensación de que hay una errada interpretación del concepto Libertad[i],
donde la propia se termina justo allí donde comienza la del otro. Simple.
Queda la
sensación de que la Ley, en general, tiene interpretaciones que más tienen que ver
con las ideologías que con lo jurídico.
Por favor, no piensen en el ahora, piensen en el siempre.
Queda la
sensación de que el respeto siempre es importante si el que se vulnera es el
propio.
Queda la
sensación de que la única forma de derrotar al otro es mediante la
descalificación, y si es peyorativa, mejor.
En estricto
rigor no son sensaciones, es la realidad.
Decía al
comienzo que parece que el respeto parece ser cosa de “boludos”, y en realidad
no es así. “El que esté libre de pecado
que tire la primera piedra”. Ninguno nos
salvamos porque todos “pecamos”, mucho o poco, todos los días o a veces, pero
lo hacemos. Lo hacemos cuando no
respetamos al que va dentro de la rotonda; cuando nos metemos “de prepo” en la
fila; cuando queremos ganarnos unos pesos “en negro”, pagar menos impuestos, “coimear”
al policía, y si no insultarlo; cuando estacionamos en el paso de minusválidos,
etc. Ejemplos sobran.
A veces, a
modo de estúpida justificación digo que es la forma de sobrevivir en la Ley de
la Selva, pero no es así.
Hace unos días
un empresario argentino que está invirtiendo en Uruguay comentaba sobre la
posición de ese país en Latinoamérica: Número
1 en el Índice de Democracia; No. 1 en la Baja Percepción de Corrupción; No. 1
en el Índice de Libertades Civiles; No. 1 en el Estado de Derecho; No. 1 en
Movilidad Social. Uruguay lleva 16 años seguidos de crecimiento continuo con un
4,5% promedio”.
Mencionó sin proponérselo las principales carencias de la Argentina
actual. Y eso duele, incluso aunque no hayas nacido en esta tierra por cuanto no
siempre fue así, todo lo contrario. Argentina
fue, y por mucho tiempo, un destino aspiracional, una tierra de oportunidades
para el que llegaba con ganas de trabajar y salir adelante. Dan prueba de ello los cientos de miles inmigrantes
italianos, españoles, polacos, judíos, armenios, árabes, ingleses, etc. que
aportaron trabajo, que la convirtieron en su segunda patria y contribuyeron a
hacerla grande.
Sin embargo, y para no ir tan atrás en la historia, coincidiremos
que en lo que lleva recorrido este Siglo XXI vemos a una Argentina que se
deteriora día a día social y económicamente. No hay un solo indicador, de esos que
usan los países para saber si están bien o están mal, que le dé favorable al país,
tampoco se ven proyecciones optimistas salvo en los apuntes de algún político
en tiempos de campaña. Mal presente, mal pasado inmediato, pesimista futuro.
Es una gran tristeza, se los digo en serio, porque estamos
siendo testigos de la transformación de un país de inmigrantes a uno de emigrantes.
Los que tienen o han tenido las herramientas para frenar o
revertir este proceso decadente han hecho nada o lo que han hecho lo han hecho
mal. Y ojo, quizás no haya que poner sólo los ojos en las instituciones y
poderes del Estado, también hay mirar a los empresarios, sindicatos, gremios,
escuelas y universidades, y por supuesto a los medios de comunicación. Todos han aportado y aportan su cuota de deterioro.
Al escribir estas reflexiones inevitablemente se me viene a la cabeza la siguiente pregunta: ¿En qué te han convertido Argentina?
¿A usted no?
[i] LIBERTAD: Es la
facultad o capacidad del ser humano de actuar según sus valores, criterio,
razón y voluntad. Se utiliza la palabra
Libertad para referirse a la facultad que tienen los ciudadanos de un país para
actuar o no según su voluntad y lo establecido por la Ley.