Han pasado varios meses desde la última columna. La pandemia y la necesidad de redoblar esfuerzos en el trabajo que nos da de comer nos ha hecho postergar un rato el teclado; sin embargo, no es fácil vivir sin escribir. Y en este tiempo, como alguien dijo por ahí, “han pasado cosas”. Muchas.
Me quiero detener en una sobre la cual todos los países de la región, tan erráticos políticamente hablando, debieran centrar su mirada: El Proceso Constituyente de Chile.
Después de 40 años y mucho hastío ciudadano por cuestiones insatisfechas, la voluntad popular logró que Chile tenga una Asamblea Constituyente de 155 miembros donde están representados los de la derecha, los de la izquierda, los del centro, los que no son ni de aquí ni de allá, y, ojo que esto es muy importante, los pueblos originarios. Sin dudas será el país que tendrá una Constitución muy distinta. Y está bien que así sea no sólo, como dice la frase clisé, “porque Chile cambió”, sino porque el mundo ha cambiado.
El novel Siglo XXI, no cabe dudas, ha tenido cambios más profundos que todos los que tuvo la centuria anterior, y eso obliga a revisar todo. Por eso digo que los países de la región deberán mirar con atención lo que va a ocurrir en esa larga y angosta franja de tierra.
Primero y principal, una obviedad. Los constituyentes no son los dueños de la verdad ni de su propia decisión, sino simplemente mandatarios de la voluntad popular, tal como ocurre con todos aquellos que ostentan cargos de representación popular. Su tarea es simplemente llevar la voz, la opinión y los intereses de sus representados. Claro, ya lo sé, eso no ocurre; es sólo teoría. ¿Pero, hasta cuándo seguirá siendo teoría?
En la Asamblea Constituyente de Chile hay posiciones muy contrapuestas, como ocurre con la política en general, lo cual obligará a tener que negociar, ceder, entender, escuchar y acordar entre intereses ideológicos, económicos, valóricos e históricos, entre otros. Así es en la vida y en el mundo real.
Sin embargo, cuando el candidato es elegido se produce casi de inmediato -y quizás con muy raras excepciones- una transformación inexplicable; ese candidato pasa a auto-percibirse gurú. Dueño de verdades propias, o de la tienda que lo alberga cuando tiene tienda. Les viene una amnesia tremenda de la campaña reciente y pasan a enarbolar discursos y posturas que poco o nada tienen que ver con lo prometido, o más bien dicho, con la confianza y el mandato cedido temporalmente.
Por eso no deja de llamar la atención cuando se escucha decir que “van a votar en conciencia”. Un político, un constituyente, jamás puede votar en conciencia, pues esa aseveración está generalmente alejada del interés colectivo que se ha comprometido a representar y llevar hasta la instancia donde se toman las decisiones.
El ejercicio democrático exige que aquel mandatario de la voluntad popular vaya y venga las veces que sean necesarias para tomarle el pulso y la opinión a los intereses de sus representados, y luego con la habilidad que se supone y se espera que debe tener plasmar aquello en una propuesta para tirar arriba de la mesa y negociar, ceder, entender, escuchar y acordar sin perder de vista el mandato. Famosa es la frase de aquel ex presidente argentino que dijo “si yo decía lo que iba a hacer no me votaba nadie”. Bueno, de eso hay bastante.
La nueva Constitución de Chile, matices más, matices menos, será quizás una tendencia a seguir por otros países, pues es necesario poner en contexto y con visión de futuro todo aquello que seguramente no está escrito en ninguna constitución que tenga más de 21 años. Este siglo XXI y las nuevas generaciones nos vienen dando lecciones que muchas veces hemos tenido que aprender de manera muy dura. Quizás recién ahora, en esta contemporaneidad estemos asistiendo al Fin de la Historia de la cual nos habló Francis Fukuyama a fines de los 90. Hoy pensamos distinto, hay valores fortalecidos y otros algo devaluados, en fin, ya nada será igual.
Por eso, hoy más que nunca es necesario gritar, y que se escuche fuerte, el voto no le pertenece a los elegidos, ¿o no cree usted?