jueves, 17 de septiembre de 2020

HASTA QUE EL REBAÑO SE REBELE

La política nace como una actividad noble. Resumidamente podríamos decir que cuando Platón (429 – 347 a.C.),  autor de La República, pensó en ella al redactar su obra lo hizo en el contexto de una profunda crisis por la derrota que habían sufrido los atenienses a manos de los espartanos. Se propuso entonces la creación de un Estado ideal, con la mejor forma de gobierno posible a cargo de una élite dirigente.

Ya en ese época este pensador tenía claro que todas las formas de gobierno tienden a degenerar, por lo que había que aplicar un sistema político que impidiera esa degeneración. Consideró que para lograrlo, la sociedad debía jerarquizarse en tres clases según las partes del alma o naturaleza humana.

Esas  tres partes del alma eran: la que conoce y razona (sabios y filósofos); la emocional e impetuosa (soldados); y la que busca la satisfacción material (el pueblo). 

Por su formación y elevadas cualidades, los sabios y filósofos eran los destinados a gobernar, y, pongan atención a lo siguiente: el gobernante tendría que vivir en colectividades y atender los intereses de la mayoría o del pueblo. No tendría derecho a poseer propiedades, porque la confusión entre intereses públicos y particulares es la principal causa de la degeneración en el poder.

Dejésmolo hasta alí.  Sin ser un erudito, uno no puede menos que coincidir con la conclusión de que “la política es un quehacer ordenado al bien común, que promueve la participación ciudadana al poseer la capacidad de distribuir y ejecutar el poder según sea necesario para garantizar, valga la redundancia, el bien común en la sociedad”.

 

Sin embargo, se ha escrito que con la aparición del Estado moderno, la definición de la política alcanzó otros significados configurándosela como la “lucha por el poder”. Uno de los fines de la política es la forma de obtener y conservar  poder, lo que implica una lucha por él, aunque ya se lo ejerza.  
 
Entonces, es esa lucha defenfrenada por el poder la que termina pudriéndolo todo.  Ingenuamente uno podría decir que eso tiene solución en tanto y en cuanto a esa lucha obsesiva por el poder se le ponga límite.  Y ahí, en esa aspiración es donde se estrella la ingenuidad.
 
Lo que nace como una “vocación de servicio público” se destruye por completo cuando aquello se convierte en una forma de vida.  Ejemplos sobran.  Hay gente que no conoce otra forma remunerada de vivir que no sea a costa o gracias a la política, y por una cuestión de síntesis me quiero referir sólo a cargo de elección popular.
 
No importa en qué país estés leyendo esto. Asomate a la ventana e identifica cuántos políticos conoces que ya lo eran cuando vivías tu infancia y hoy, que eres un adulto de 30 ó 40 años siguen allí.  Ellos son, sin excepción alguna la degradación misma de la política.  Según les venga la mano van desde un municipio a una Cámara de Diputados, a un Senado, y algunos los más afortunados, hasta llegan a la Presidencia.  Otros “suertudos” han logrado anclarse a sus bancas parlamentarias "ad eternum".  
 
Eso es, sin lugar a dudas, la degradación de la política. Gente que te habla de esfuerzo, de compromiso y, por supuesto, “de una sociedad más justa y solidaria”, y los más “progres” le agregan, “inclusiva”.  Nuevamente, asómate a la ventana y dime dónde viste que haya ocurrido eso, pero en serio.
 
Así como están las cosas -insisto- no importa el país donde estés leyendo, todo hace presumir que nada va a cambiar, lo cual es muy obvio.   Son ellos mismos quienes redactan sus “leyes laborales”, es decir, fijan sus sueldos y beneficios.  Y si alguien “se pasa de rosca” ellos mismos se fiscalizan.   A todo lo anterior hay que agregarle la respectiva cuota de nepotismo y amiguismo a costa del bolsillo de los contribuyentes
 
Nada cambiará si algo no cambia. El cambio no está en ellos, sino en la gente que, de una u otra forma va a encontrar o tiene que encontrar cómo reclamárselos, y evitar de paso un estallido social como el de Chile, que a un inmenso costo humano y material -pandemia de por medio- ha logrado rebajar las dietas, frenar las reelecciones eternas de parlamentarios (discusión que duró ocho años) y ahora sólo falta reducir el número de diputados y senadores, que también se hará.  Sin ser pitoniso me atrevo a decir que esos recortes en nada afectarán la calidad institucional, pero sí pondrá fin a aquello de vivir a costa de la política.
 
Chile, el país “ejemplo” de estabilidad, crecimiento y desarrollo estalló de bronca e impotencia 30 años después del retorno a la democracia.  La gente se hartó de que en 24,5 años de la Concertación de centro-izquierda, y 6,5 de la coalición de centro-derecha encabezada dos veces por Sebastián Piñera le prometieran como aquel almacén de la esquina “hoy no se fía, mañana sí”. 
 
Quedarse eternamente en el poder hace creer a los polìticos que es algo que les pertenece y por lo tanto disponer de él a su antojo. El poder es codicia, la codicia dinero, y el dinero de la política, corrupción. Y pensar que hace 2.673 años Platón esto lo vio venir pero nadie, o pocos, muy pocos pudieron o quisieron corregir a tiempo. Es que son incorregibles, hasta que ese rebaño llamado ciudadanía se rebele. ¿O no cree usted?

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