Todo comenzó en tiempos de Cuarentena y Covid-19 con Angela Merkel y Lufthansa. Un rescate financiero de€ 9.000.- para la aerolínea, pero con participación accionaria del gobierno alemán de hasta un 25%, pero sin derecho a voto en el Directorio. Nadie habló de estatización.
Tras permanecer intervenida tres años bajo administración una especial la nueva Alitalia recibirá del Gobierno italiano por lo menos 3.000 millones de euros. Primer paso para volver a manos públicas. Nadie puso el grito en el cielo.
En Argentina el Gobierno del Pdte. Alberto Fernández anunció que dará un salvataje a las empresas en CrisisCovid19 sin importar su tamaño para que puedan pagar los sueldos de sus trabajadores. Acto seguido una diputada oficialista propuso/sugirió que ese salvataje se transforme en participación accionaria.
La oposición saltó horrorizada. Habló de un plan de estatización, de la confirmación del camino a la “Venezonalización”, al comunismo. Horror. Cuasi un escándalo. Opinadores libremercadistas también se inclinaron por ese argumento.
Hablando y siendo serios, eso en estricto rigor no debiera escandalizar a nadie, todo lo contrario, los ciudadanos, los contribuyentes debieran estar tranquilos de que el dinero estatal no se regala sino se invierte, pero, cuál es el problema?
La Argentina vive bajo el Régimen K. Bajo la presidencia de Alberto Fernández pero con una gravitante influencia política, doctrinaria y fundamentalista de Cristina Fernández de Kirchner -CFK-, y eso asusta y preocupa. Es que en los dos mandatos de ella se vieron y vivieron cosas muy reñidas con una buena salud republicana. Y sus seguidores son fundamentalistas, algo que más que una crítica es una virtud en tiempos de descrédito hacia los partidos y liderazgos políticos.
La vocera de semejante idea fue la diputada K Fernanda Vallejos, respecto de la cual nadie cree que haya sido suya la idea, sino más bien de su jefa política. Ese es el problema, de donde pudo haber venido la idea, porque convengamos a nadie en Alemania o Italia se le ocurriría pensar en los términos que ha ocurrido en la Argentina.
Los descreídos tienen razón; hay ideas K que asustan y hay liderazgos que pesan poco, como parece ser el del Presidente Fernández. Pero volvamos al meollo del asunto.
Que un Estado, un gobierno le tire un importante salvavidas económico a empresas de gran tamaño sin alguna contraprestación parece un absurdo. En Chile Piñera también reparte salvavidas, pero con una diferencia. Los ha llamado “créditos con suprapreferencia”, que no es otra cosa que préstamos con aval del Estado; es decir no hay regalos.
No resulta descabellado que si un Estado tiene que poner mucha plata para salvar una empresa tome los resguardos necesarios para velar por el buen uso de ella, pues es plata de todos los contribuyentes. Una forma de cuidar el dinero en esas manos es la participación accionaria, el aumento de capital, y si la plata alcanza ocupar un sillón en el Directorio, pero como en Alemania, con derecho a voz, pero no a voto, porque parafraseando a León Gieco podríamos decir que el Estado “es un monstruo grande y pisa fuerte”.
Es más, como se trata de ser serios y rigurosos en el cuidado de ese dinero los directores en esas empresas no debieran ser beneficiarios del cuoteo político, sino profesionales con alta y probada formación y experiencia, que sean propuesto por el Ejecutivo, pero confirmados por el Legislativo. Todo lo que sea correctamente posible.
No debiera ser mala la participación estatal en empresas en crisis, siempre y cuando se haga bajo determinados criterios técnicos, entre ellos que no sea la decisión arbitraria de una persona, sino más bien el resultado de concienzudos análisis de gente que sabe, y ojo, nunca más allá de participaciones que superen un cuarto o un tercio del capital.
El problema de la Argentina es el desprestigio de su política, y acá no hay excepciones; es la inestabilidad de sus gobernantes que cada vez que cambia el color del gobierno sobrevienen los volantazos. Lamentablemente el término Políticas de Estado no pasa de ser una expresión de deseo.
La Argentina es víctima y rehén de su descrédito, y lo que es peor, se da con más fuerza respecto de los tres pilares de la república, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. En las estructuras de decisión de esos poderes, todos aborrecen de ese desprestigio, pero no hay una sola acción concreta capaz de decir, por fin hemos cambiado de rumbo.
Por eso una NO MALA IDEA se transforma en una HORRIBLE IDEA, porque todos confían en nadie; todos le creen a nadie; todos sospechan de todos y, salvo declaraciones rimbombantes el rumbo no cambia.
Es triste admitir que viviendo tiempos malos y muy malos producto de la economía y el Covid-19 todo hace presumir que para la Argentina vendrán tiempos peores, ¿o no cree usted?
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